Manifiesto ‘Gaza Puerto Abierto’

Por Santiago Alba Rico

Tras los 50 días de bombardeos israelíes del pasado verano, que dejaron 500 niños y niñas muertos y 18.000 viviendas destruidas, la franja de Gaza vuelve a la normalidad. ¿Vuelve a la normalidad? Israel suele hacer olvidar un crimen con un crimen mayor, de manera que el alivio del fin de la guerra, y la dolorosa alegría de la resistencia, inducen la ilusión de una comunidad apaciguada y hasta de un mundo mejor. Si no hay guerra, hay paz. Si no hay bombas, hay flores. Si no hay aviones, hay bicicletas. Israel bombardea en realidad para que, al dejar de bombardear, Gaza se llene de paz, de flores y de bicicletas. Gracias a Israel, Gaza regresa ahora a la “normalidad”.

Gaza ha vuelto a la normalidad, sí, y eso es precisamente lo terrible. Porque en Gaza la normalidad no es la vida sino la muerte lenta; no es la libertad sino la celda; no es el pan y la luz sino la escasez y la oscuridad; no es la paz sino otra guerra. La normalidad en Gaza es el bloqueo israelí y sus consecuencias para la salud, la educación y la alimentación de los palestinos. Cada vez que Israel bombardea Gaza -2008, 2012, 2014- los gobiernos occidentales y los medios de comunicación deshumanizan y justifican los muertos; cada vez que Israel deja de bombardear, los gobiernos occidentales y los medios de comunicación olvidan a los vivos. Después de una agresión israelí no llega la “normalidad”; sigue la agresión israelí. Y lo único que es desgraciadamente normal es la indiferencia de todos.

¿Por qué hay que acabar con un bloqueo que dura ya casi ocho años? Sin duda por los terribles efectos que causa, agravados ahora por los bombardeos del pasado verano y por la posición de la dictadura egipcia, que ha cerrado el puesto fronterizo de Rafah. Israel tiene prisioneros a casi dos millones de palestinos -es decir, seres humanos- y les desliza entre los barrotes lo justo para que sufran sin morirse del todo. Gaza, la zona con mayor densidad demográfica del planeta, necesita 70.000 viviendas más y 400 escuelas nuevas, pero Israel no deja entrar materiales de construcción. El 40% de los gazatíes no puede trabajar, el 90% gana un dólar al día y el 80% depende de ayuda alimentaria para no morir de hambre mientras Israel prohibe la pesca, la agricultura y la exportación. En Gaza sólo hay electricidad cuatro horas al día y un consumo de agua de entre 20 y 70 litros por persona (frente a los 300 de Israel) porque Israel raciona el combustible, roba 12 millones de metros cúbicos de agua todos los años y para colmo destruye las depuradoras. En Gaza los pacientes con dolencias crónicas o enfermos de cáncer, tratados en hospitales sin luz eléctrica, no tienen acceso a aparatos y medicinas porque Israel puede manipular a distancia, sin tocarlos, los cuerpos de los palestinos y su esperanza de vida. Esto es el bloqueo: un pueblo entero en las fauces de un gato que aprieta los dientes, sin masticar, para prolongar la agonía de la que extrae su poder.

Porque el bloqueo es más que un dosificador cruel de sed, hambre, dolor y pobreza. Es sobre todo una infame declaración de poder absoluto que la mayor parte de los gobiernos del mundo tolera sin protestar. Lo que está en juego es aún más importante que la salud o la alimentación de los palestinos de Gaza. Lo que está en juego es, sí, su derecho a la normalidad. A una normalidad normal de gente con nombre que ríe y llora sin que nadie la empuje; una normalidad que no puede ser una tregua entre dos bombardeos; una normalidad que no debe ser el regalo del gato asesino. El bloqueo empobrece, encadena y mata, pero sobre todo ofende. Es una ofensa a la humanidad de los palestinos y a la de todos los seres humanos de la tierra. Y es la dignidad la que debe rebelarse contra él.

Es por eso que la Coalición Internacional, de la que forma parte Rumbo a Gaza, prepara una nueva campaña, Flotilla de la Libertad III “Gaza Puerto Abierto”, que pretende restablecer la normalidad ofendida mandando tres barcos a Gaza durante el año 2015. Es más urgente que nunca denunciar el bloqueo de Israel, exigir a nuestros gobiernos que se tomen en serio los Derechos Humanos que tan selectivamente invocan y ayudar a poner fin a la ocupación. Gaza Puerto Abierto se propone de entrada recordar que no se pueden poner vallas al campo ni clavar estacas en el cielo ni dar zarpazos a la dignidad humana.

Hagamos normal la libertad y la vida. Zarpemos hacia Gaza.