- Informe de la Misión de Investigación de las Naciones Unidas sobre el Conflicto en Gaza (NNUU48)

- Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Richard Falk (NNUU53)

- Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justícia sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio palestino ocupado (NNUU273)

- Conclusiones del Tribunal Russell sobre Palestina (TribunalRussell)

- Informe de Amnistia Internacional. Asfixiante: el bloqueo israelí de la Franja de Gaza (AmnistiaInternacional)

- Informe d'Amb Palestina al Cor. Apartheid contra el pueblo Palestino (Apartheid)

GAZA: MÁS DE 60 AÑOS DE OCUPACIÓN Y LIMPIEZA ÉTNICA
 

La Franja de Gaza es un territorio de 360 Km2, donde viven actualmente 1,5 millones de palestinos. Gaza acogió gran parte de los refugiados palestinos expulsados de sus tierras desde noviembre de 1947. Esto modificó completamente su estructura demográfica, y hoy es uno de los territorios del mundo con más densidad de población.

Con el armisticio de 1949 Gaza quedó bajo control militar egipcio. Las posibilidades de trabajo para la población eran ínfimas y las condiciones en los campos de refugiados muy duras. Así, no es incomprensible que los primeros movimientos de resistencia surgieran en los campos de refugiados de este territorio. Los movimientos vinculados a los Hermanos Musulmanes encontraron ya desde sus inicios apoyo en la desesperación de la población de Gaza, que veía en el movimiento una forma de lucha anticolonial y un camino para la subsistencia. También cuajarán con éxito los movimientos de resistencia marxista, panarabistas y nacionalistas a partir de los años cincuenta y sesenta.

Después de la guerra de los seis días, en 1967, Gaza como el resto de los territorios ocupados, quedó bajo ocupación israelí, en lo que llamaron territorios bajo custodia. Las primeras políticas después de la guerra fueron dirigidas a continuar la expulsión iniciada en 1947. Los 590.000 palestinos que vivían en Cisjordania y los 380.000 que vivían en la Franja de Gaza, ponen en evidencia la dimensión y la dificultad de esta política. Las revueltas palestinas en los campos de Jabbalya en 1971, paran parcialmente los procesos de expulsión en Gaza. Paralelamente el gobierno de Israel, iniciaba una política de asentamientos en los territorios ocupados e imponía un régimen militar que reprimió con contundencia cualquier tipo de oposición a la ocupación.

La economía de la faja de Gaza pasa a depender en 1967, exclusivamente de Israel y del apoyo de la comunidad internacional. Israel impuso en los territorios ocupados un sistema capitalista de libre mercado que le permitió establecer una relación neocolonial mediante la cual podía adquirir mano de obra a bajo coste y comercializar bienes de consumo en los territorios, sin realizar ningún tipo de inversión, ni creación de infraestructuras que permitiesen una mejora de las condiciones de vida de la población palestina. En 1971, el 50% de los trabajadores de Gaza tenían que cruzar diariamente los controles militares de Israel, superar el llamado “mercado de esclavos” para poder trabajar una jornada en Israel sin ningún tipo de seguridad o derecho laboral, a sueldos miserables; eso sí, mejores respecto a los que podían ganar en otros territorios vecinos. Las políticas represivas, las dificultades de trabajar y la fuerte densidad demográfica continuaran siendo factores determinantes en el futuro de Gaza.

En el año 1987, había 850.000 refugiados en la Franja con una mediana de edad de 27 años. En este contexto podemos situar el estallido de la primera Intifada en sus campos de refugiados y su extensión al resto de los territorios ocupados. Un levantamiento civil no violento de resistencia a la ocupación, al que Israel contestó con el uso de la fuerza militar provocando numerosos muertos y heridos entre la población palestina, especialmente en la Franja de Gaza. Los toques de queda, las órdenes de clausura de edificios públicos, las demoliciones de viviendas y de otros bienes, tuvieron fuertes consecuencias en las condiciones de vida de la población, especialmente en el terreno de la educación, la salud, y los servicios sociales. Asimismo se explica en ese momento el crecimiento y la formación de grupos bajo la bandera del Islam político como Hamas o la Jihad Islámica, y su política de resistencia a la ocupación.

El inicio del proceso de paz, la creación de la ANP, y la ayuda internacional creó ciertas esperanzas en las duras condiciones de vida de la población palestina. A pesar de eso, las ayudas y el proceso de paz, se vieron condicionados por la retórica de la seguridad de Israel, y se invirtió en cuerpos policiales, y en establecer mecanismos de control más que en la mejora de las condiciones de vida de la población palestina, que seguía viviendo las duras condiciones y bajo la violencia impuesta por la ocupación.

A pesar de que los acuerdos de paz prohibieron explícitamente cualquier tipo de acción que modificara la realidad en los territorios ocupados, en Gaza, por ejemplo, la población de colonos en 1996 había aumentado un 62%. Y entre 1967 y 2005, los colonos judíos robaron la tierra y el agua a expensas de la población local. Al mismo tiempo, durante el proceso de paz, Israel dependía cada vez menos de los trabajadores palestinos y empieza a aislar el territorio de Gaza, bajo el pretexto de controlar la resistencia armada, que incluía a menudo atentados suicidas de los grupos islamistas, construye a mediados de los noventa un muro de alambre electrificado y torres de vigilancia que convierten Gaza en un campo de prisioneros.

Después del fracaso del proceso de paz en el año 2000, la política de represión en los territorios ocupados se acentúa. En la Franja de Gaza, la dificultad de mantener los asentamientos, su hostilidad hacia los palestinos y su protección en un territorio densamente poblado, explica el plan de “desconexión” impulsado por Ariel Sharon, realizado en 2005 con la evacuación de unos 9000 colonos de la franja. La colonización y la “desconexión” vino acompañada de destrucciones de tierras cultivables y de árboles. Se calcula que sólo entre junio de 2006 y mayo de 2007, las fuerzas israelíes destruyeron unos 12.900 dunums de terreno agrícola, además de arrancar 2.775 árboles en Cisjordania.

Gaza continua bajo ocupación ya que todas las fronteras por tierra, mar y aire siguen controladas directa o indirectamente por Israel. Incluido el paso de Rafah, dónde Egipto tiene el control e Israel tiene amplios poderes de observador. Esta situación, sigue violando el IV convenio de Ginebra y gran parte de los tratados internacionales. Al mismo tiempo ha impuesto una dura restricción al acceso al mar reduciendo cada vez más el espacio dónde los pescadores de la Franja puedan desarrollar su actividad, hasta el punto de inutilizara casi por completo, -a día de hoy el limite permitido desde la costa es tan solo a tres millas náuticas- , causando el aumento del paro, una crisis de grandes dimensiones en este sector y cortando importantes suministros alimentarios a la población.

La victoria de Hamas en las elecciones democráticas legislativas de 2006, llevan a Israel y a la comunidad internacional a establecer un bloqueo sobre Palestina, en oposición a la voluntad popular salida de las urnas. Los enfrentamientos entre las facciones palestinas, llevan a Fatah a controlar Cisjordania. Hamas, mantendrá su poder en la franja de Gaza, hecho que costará la imposición de un bloqueo total por parte de Israel, que la dejará sin los principales suministros vitales. Desde el 12 de junio de 2007 está prohibida la entrada en Gaza de materias primas, artículos comerciales no humanitarios, y equipos esenciales para el mantenimiento del sistema de cloacas y la red de suministros de agua. En noviembre de 2007, se habían perdido 3500 puestos de trabajo a causa del cierre de 438 empresas de construcción.

En diciembre de 2008 y enero de 2009, Israel, atacó la franja de Gaza, en una operación militar dónde murieron 1400 palestinos, la gran mayoría civiles, y numerosas infraestructuras, viviendas, y edificios públicos de ciudades y pueblos palestinos quedaron destruidas. El informe emitido por la comisión de investigación de Naciones Unidas, dictaminó que en el ataque se habían producido crímenes de guerra y de lesa humanidad, además de violar numerosos tratados de Derecho Internacional. Las recomendaciones del informe y las investigaciones por crímenes de guerra y lesa humanidad han caído en el olvido diplomático y político, dónde los estados y por consiguiente las organizaciones internacionales no han desarrollado respuestas contundentes y las autoridades de Israel siguen impunes.

El cierre total de las fronteras de Gaza, impide aún a día de hoy las posibilidades de reconstrucción, suministro y desarrollo del territorio palestino. El relator especial de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios ocupados, ha señalado como el bloqueo impide la entrada de materiales para la reconstrucción. Ha denunciado también las restricciones del suministro energético y las graves consecuencias económicas que comporta y ha denunciado la política de construcción de un muro subterráneo para destruir la red de túneles que actualmente sirven de salvavidas humanitario ante el bloqueo. Eso sucede en Gaza, pero Cisjordania sigue bajo ocupación, separada por un muro que separa a la población palestina de sus tierras, de sus familias, y está totalmente fragmentada por numerosos controles militares internos y colonias. Hoy en día hay más de 4.5 millones de refugiados palestinos, y la población palestina que vive en Israel, sufre una fuerte discriminación social.

Las iniciativas de la sociedad civil para romper el bloqueo a Gaza se han visto también atacadas con la máxima violencia por parte de Israel, como es el caso de la Flotilla de la Libertad. La débil respuesta de la comunidad internacional deja tan solo en manos de la sociedad civil, la presión a sus gobiernos y a las organizaciones internacionales, para poner fin a más de sesenta años de limpieza étnica en Palestina.

En palabras de Ilan Pappe, en el pasado, el mundo libre se enfrentó a situaciones tan peligrosas como las de Sudáfrica y Serbia, tomando decisiones y sanciones fuertes y firmes. Sólo una seria y permanente presión de los gobiernos occidentales a Israel les enviaría el mensaje de que la estrategia de la fuerza y la política de opresión no son aceptadas, ni moral ni políticamente, por el mundo al que Israel quiere pertenecer. Y afirma cómo, las iniciativas de paz, han centrado sus esfuerzos pacificadores en la solución de la dimensión territorial del conflicto olvidando completamente cuestiones fundamentales como la culpabilidad, la restitución de los derechos o la justicia.

 

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